“El curso lo quise hacer porque cuando yo era chica y vivía en el campo, mi hermana se ahogó con un huesito de pollo. Y vi tanta desesperación de mis padres que mi hermana se iba quedando cada vez más mirada, que desde ese día dije que me tenía que capacitar por si algún día me llegaba a pasar, para sentirme capaz de ayudar y no quedarme paralizada”, comenzó relatando Beatriz, la heroína de la jornada.
En cuanto al hecho específico que le tocó vivir dijo que “fue un día lunes feriado. Yo bajaba la nena del auto porque la traía del Hospital de Mar de Ajó y escucho que gritan “auxilio, por favor ayúdenme”. Entonces grité para saber dónde estaba la persona que pedía ayuda y ella me respondió desde el edificio. Me acerqué hasta ahí junto a mi esposo, los gritos eran de desesperación. Cuando llegamos la chica nos dice que el bebé no respiraba. Los padres estaban desesperados. Me dejaron pasar y en el suelo le empecé a hacer la reanimación, como me había enseñado Augusto en esta capacitación. Le empecé a bombear con los dos deditos en el medio del pecho y a las 15 veces que hago el bombeo, hace como una respiración profunda y abre los ojos, y como que recupera el aire. Pero cuando yo lo vi, estaba violeta, bordó oscuro. Cuando vemos que empieza a respirar mi esposo lo lleva urgente al Hospital”.
“Mientras ellos subían a buscar las llaves para abrirme yo pensaba que no me animaba. Me preguntaba cómo podía ser que sabiendo me pasara eso de no saber qué hacer, pero recordé que Augusto dijo, antes que nada, hay que ayudar. Después me empecé a acordar todo lo que me decía, cómo apoyarlo al bebé, a qué altura había que apoyar los dedos y demás”, sostuvo luego Beatriz.
A partir de esa experiencia dijo que “los primeros días para mi fueron re fuertes. Los dos primeros días no pude dormir y tardé una semana en contar lo que había pasado. A todas las personas le digo que hagan el curso, que está buenísimo, que te sentís útil y nunca sabemos cuándo lo vamos a poder necesitar”.