Coco (Murray) disfruta del verano en contacto con la naturaleza, es un chico como muchos otros en tránsito hacia la adolescencia, pasa los días en compañía de su papá Daniel (Leonardo Sbaraglia), con el que tiene charlas de padre e hijo y a veces de hombre a hombre. El presente de Coco es inestable porque está esperando que su madre lo venga a buscar a Choele Choel para ir a vivir con ella a otra ciudad.
Y para agregar una cuota de inquietud, Daniel ingresa a sus vidas a Kimey (Guadalupe Docampo), una chica joven a la que después de algún reparo acepta y con la que poco a poco y de manera confusa, empieza a fantasear con una posible relación.
Este inesperado triángulo amoroso es el centro de Choele, primer largo de Juan Sasiaín, donde la sensibilidad de la puesta se apoya en la mirada del chico sobre su entorno y los aprendizajes que va recorriendo en compañía de su padre –el modelo a seguir, en la vida y sobre todo en los recursos del amor–, los consejos cómplices del carnicero y el deseo, que lo impulsa a tomar decisiones deliciosamente torpes, inocentes y por eso mismo, genuinas e irrepetibles.