Úrsula Bahillo de 18 años fue asesinada de al menos 10 puñaladas en la ciudad bonaerense de Rojas y por el femicidio quedó detenido su exnovio, un policía bonaerense.
La víctima fue encontrada muerta entre unos pastizales en un campo ubicado a la altura del paraje Guido Spano, a unos 13 kilómetros de dicha ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires.
Por el femicidio fue detenido su exnovio, Matías Ezequiel Martínez (25), un oficial de policía bonaerense que estaba con carpeta psiquiátrica desde septiembre pasado y que se autolesionó luego del hecho.
El femicidio se descubrió tras el llamado al 911 de un tío del propio imputado en el que refirió que creía que su sobrino había matado a una joven porque le confesó en un llamado que “se había mandado una cagada”.
Al llegar al lugar, la Policía encontró a la chica asesinada y al agresor malherido adentro de su auto, un Peugeot 307. El sospechoso intentó escapar a pie por los pastizales, pero de inmediato fue reducido y apresado con sangre de la víctima y la propia en su ropa.
Dentro del auto, los investigadores hallaron una cuchilla de carnicero con mango blanco y manchas hemáticas, que se cree fue el arma homicida y quedó secuestrada para peritajes.
En redes sociales, algunas amigas de la víctima publicaron capturas de pantalla con mensajes de la propia Úrsula en los que, entre otras cosas, contaba: «Me re cagó a palos mal», «siete meses me pegó», «me callé siempre» y «hasta que me vi muerta, por eso lo denuncié».
En ese sentido, Patricia, la madre de la víctima, calificó al imputado de «lacra humana» y contó que él «golpeaba y tenía amenazada de muerte» a su hija.
De hecho, Belén, una exnovia del ahora acusado contó esta tarde que ella también fue víctima de violencia de género por parte de él y que días atrás se reunió con Úrsula y ésta le dijo que «tenía miedo».
El caso es investigado por el fiscal Sergio Terrón, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 5 de Junín, y la ayudante fiscal local, Nora Fridblatt.
El propio fiscal Terrón dijo que todo indica que se trató de un femicidio en el que hubo «alevosía y premeditación» por parte del asesino.
Los instructores judiciales ordenaron analizar los teléfonos celulares de la víctima y el acusado hallados en la escena del crimen para ver la mensajería y saber, entre otras cuestiones, cómo llegaron ambos hasta la escena del crimen.