La película logra una minuciosa construcción de la realidad y construye esta historia sólida, tragicómica, un tanto moralizante al final, pero con un muy buen guión.
A continuación la crítica de Lilian Lapelle:
Diego (Diego Peretti) tiene más de cuarenta años, una mujer, una hija, y acaba de perder su trabajo como organizador de eventos. Endeudado, con una familia que le reclama lo que no le puede dar, no encuentra otra opción que recurrir a un tío con plata, que le presta la casa familiar del Tigre hasta que logre volver a mudarse a Capital, y le consigue trabajo como vendedor en un emprendimiento inmobiliario en Palermo.
Sin experiencia en ventas, pero sin otras alternativas a la vista, Diego se instala en el Showroom del edificio en construcción y de a poco se va acostumbrando a la fauna que visita el lugar.
El instinto de vendedor no tarda en aparecer, y Diego se convierte en un autómata capaz de hacer cualquier cosa para vender: aprende a ser falso, a mentir, a decirle a la gente lo que quiere escuchar, a ser desleal con la competencia, y prácticamente termina viviendo en el lugar con tal de no perder horas de trabajo y posibles clientes. Así, se aleja cada vez más de su familia, quienes a pesar de la mala predisposición ante la mudanza han construido una nueva vida en el lugar.
El protagonista se acostumbra tanto a aparentar lo que debe ser, que finalmente termina olvidando quien es y cómo se siente.