Hoy, como otros pocos días de la historia de cada uno de nosotros, lo recordaremos para siempre. Miércoles, 25 de noviembre de un 2020 que debería ser para el olvido. Hoy dejó nuestro mundo Diego Armando Maradona. Podemos caer en la frase «pasó a la inmortalidad» pero eso ya lo había hecho hace muchos años cuando llevó a la selección nacional a ganar la Copa del Mundo en el 86. Esos jugadores, para muchos argentinos, fueron héroes, pero él fue el más héroe de todos.
Para algunas personas, Maradona fue «el más grande jugador de fútbol de todos los tiempos pero en la vida privada…». Sin embargo, en lo personal no me siento capacitado moralmente para tal juicio, además entiendo que cada uno hace lo que puede o lo que sabe.
«El Diego» es el argentino más argentino que podemos imaginar porque con sus contradicciones es la máxima expresión de lo que somos. Por eso podemos admirar a otros deportistas, científicos, políticos o artistas, pero la relación con Maradona es otra cosa. Claro que de esto no hay nada de racional ¿Cómo podría haberlo en el amor?
Sin saberlo cumplió su papel de héroe poniéndose -siempre- del lado de los más débiles y así lo reconoce el mundo del fútbol y las personas que tuvieron la suerte de compartir algún momento con él. Salió de lo más bajo y llegó a lo más alto, por años fue el argentino más conocido del mundo y referirse a él era sinónimo de nuestro país, dándonos un reconocimiento que sentimos como propio.
En un año donde no abundan las buenas noticias y, en especial, en un país donde no estamos muy acostumbrados a saltar de una alegría a otra, le decimos adiós a Diego Armando Maradona, Pelusa, barrilete cósmico, genio del fútbol mundial, D10S. Nos despedimos de un hombre que nos regaló lo que pocos nos dan, orgullo, alegría, felicidad. Gracias por siempre.